Friday, April 18, 2014

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Quizá ya solo tenga que esperar. 17 pastillas para la depresión (todas las que me quedaban) y unas de quién sabe qué. Las personas duermen. Me acompaña Debussy. Le agradezco el gesto. No sé qué más haga falta. Sigo bebiendo.

Son lindos los cielos. Es hermosa la luna. Me envenena tanta belleza. Me trae cristales a los astros. Se dibuja una curva en mis labios. Nunca dejaré de contemplarlos a todos ustedes, seres y entes que habitan detrás de mi ventana. Si en mi nunca cabe la nada, inmóvil y sin tiempo, mi nunca, mi siempre, mi perpetuidad siempre estará llena de ustedes. Poco a poco, me inundan los cantos, las teclas, los acordes y los cuentos. Los poetas de la villa andan todos hacia un jardín secreto. Las arpas tocadas invisiblemente. No necesito más. La gravedad, el peso, la velocidad y la fuerza no son.

La cabeza empieza a dolerme un poco, apenas. Nunca me sentí más feliz. Nada es más divino que esto, lo juro. Que la sarta de conocimientos no me saben a nada. La narcisista se ha ido. La depresiva, también. Ya no tengo que amordazar mis modos. Me siento más libre que un águila, y vuelo sobre mis mundos con música. Estoy en el mar, sobre el mar, en el aire, sobre el aire, y también bajo él. Ando en la tierra, veo en el fuego, siento su color en mis manos hermosamente. Después de esta noche de luna llena, nada me haría más miserable que vivir, pero nada más feliz que dejar de depender del tiempo y la esfera que me ha retenido, durante tanto tiempo, fija en mi silencio, imposible y penosa. Que me dejen morir. Si Dios es real, de verdad, que me deje ir. Si no soy digna de un mañana de luz, no importa, que de luz solo tuve el nombre. Si mi vida y mi muerte han de ser oscuridad eterna, que lo sean. Invoco a quien sea, que haga que mis ojos se apaguen, que mis dedos no puedan seguir tecleando. Que la noche se apodere de mí y me deje fría como ella, aun más fría. Que tomen mi vida todos los seres y me concedan la tranquilidad infinita, a mí, a un alma de monstruo que nunca pudo descansar, que nació para permanecer en una espesa soledad inquieta, rodeada de ardor. Apáguenme. ¡Apáguenme!

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