Saturday, April 26, 2014

Vis et temore

Quién me diera el sabor de una familia, uno que no me sepa amargo. Durante centurias, todos los rostros que me rodean se asemejan a manchas, miles de manchas opacas... ¿Dónde está mi fuente de poder? Mi riqueza no puede andar concentrada en mí solamente. Suelo ver la poca debilidad de mis modos al no tener a nadie a quien extrañar, porque extrañar no es parte de mi naturaleza, ni tampoco amar a esos seres que siempre me han rodeado, de una familia destruida, pero sanguínea al fin. Qué bello ha sido sentirme liberada de toda pena, con apenas unos roces de rencor inconsciente, suficientes para regalarme alborozo y placer sonriente... Suficiente para hacerme desear sangre dulce. Qué horrible ha sido, hace una semana, prácticamente, descubrir la asquerosidad del saber mi muerte a unos pasos, y la vida con apenas una porción exigua de aire por el segundo que se es concedido de inspiración. ¡Qué horrible sensación! Me ha trastornado tanto los papeles, el pincel, los lápices y el lienzo: todo el arte se ha fundido hasta un tiempo indefinido, quizá infinito e inmortal, como un jamás o un nunca. Entonces, si me sabe amarga la sangre en los labios, o presiento algún tipo de trauma por lo vivido, todo se ha desorganizado en mis esquemas, y ya no puedo ser la misma. O no sé si puedo. Esto me afecta enteramente y mis cejas tiemblan, como mis dedos y las cortinas cerradas que evitan el día. Mi tranquilidad fingida, pero verdaderamente tiesa, se ha ido. Mi rigidez se ha largado. Y si no puedo tomar con seriedad mis deseos de delicia mortal, ¿dónde se halla esa fuente de calor? ¿Qué justifica mi soledad? No consigo confiar en nadie y, sin embargo, algunos seres han sido por siempre considerados, aun irrazonablemente, incondicionales. Esos seres en la distancia, que mi cuerpo y mi alma repelan. Aquellos que juré que nunca vería más en cuanto pudiera escapar. ¿Será que son ellos el refugio perfecto, el jardín secreto, la daga dadora de victoria y felicidad? Porque al pesarme tanto la libertad, me hallo enclaustrada con mi padre, y sus modos me irritan excesivamente. Con mi hermano, creo que la lealtad no se ha marchado del todo, pero la indiferencia ha reemplazado la admiración que algún día le guardé. Mi pequeña hermana y mi madre viven en otro mundo, y extraño a la primera, y cada vez ignoro más a la segunda. Qué lío. ¿Por qué intentar encontrar calidez en ellos? ¿Por qué unificar un fiasco? ¿Por poder? ¿Por mi maldita y hermosa ambición? ¿Para sentirme tan alta e invencible? No se me olvida el diagnóstico. Nunca lo mencioné a ustedes, forasteros, por cierto, pero mi diagnóstico dijo, entre otras cosas, que soy narcisista. Quizá esto sea parte de mis modos narcisistas. No lo sé. Pero quién me diera el saber de una familia... Creo que, de algún modo, sigo intentando alcanzarlo. Huyendo de la víbora principal, quizá algo de paz o alivio encuentre. Quizá halle fuerza y fuego, también. Por lo menos, durante estos años, en los que he de decidir si desapareceré hasta siempre, o tomaré mi nombre como una espada y guardaré a mi familia como a los míos, como míos a quienes debo mi lealtad eterna. ¿Por qué persigo depositar mi lealtad en algún lado? ¿Por qué? Sí, estodo un tema de poder. Es, en parte, un asunto de impresiones. Pero que mi familia no parezca la típica buena familia, sino un club de seres poderosos y fuertes. Son disparates. Yo soy un disparate, también. Es cierto que también necesito excusas para construir el nuevo hogar que tenemos en mente. No hay otra escapatoria, por ahora. Debo aceptar la realidad: nunca amaré del todo a mi familia. Nunca seré una de ellos. No le pertenezco a nadie y nadie me pertenece. Pero que me hagan el bien que quieran, con tal de que no intenten cortarme las alas, porque mi viento siempre ganará el primer lugar. Que el odio y el rencor solo duren hasta que pueda huir en mi soledad, aunque sea para siempre miserable. Y qué miserable sería darme cuenta de que jamás pude confiar, porque no sé cómo. Y siempre, en mi mente, recordaré, así como recuerdo ahora tan inevitablemente que desfallezco en odio y cólera, que la muerte, aun si la deseara, ahora me mata de miedo. Que, al haberla probado tan de cerca, nada me asusta más. Soy una idiota, una estúpida, por haberme creado un trauma tan ridículo, a esa cosa a la que nunca le temí y que tanto buscaba. Qué maldición vivir ahora con este miedo infinito, y saber que mi soledad, mi tristeza, mis demonios y mi amargura no tienen escapatoria, porque aun la muerte sería más intensamente dolorosa, hasta que se haya consumado, y el tiempo de espera podría ser asquerosamente eterno...

Slow Dawn


No hay una canción más mágica, que pueda hacerme recordar esos jardines secretos que de niña recorría, y aún ahora, a veces, algo inconscientemente, cuando algún portal, sea cual sea la forma, se muestra tan atractivamente que logra conquistar mi alma, que empieza a danzar con y hacia él, seducida inevitablemente... Entonces estoy ahí, embelesada y ciega, mesmerizada, conjurada y esclavizada en tanto el espasmo de mi alma la suelte, aunque siga viéndose tan libre que yo misma me sienta redimida, en mi todo, también. Podría partirme en pedazos de momento cada vez más pequeños, hasta que el tiempo ya no sea, como en las aporías de Zenón. Hay más de un camino de llegar a la inmovilidad. Y me pregunto si, en la inercia más perpetua, el quid de mi espíritu seguiría danzante...

Monday, April 21, 2014

Silentium

Querían que les prometiera que no lo haría de nuevo. Me lo pidieron. No puedo prometerlo. Hay muchas imágenes abstractas y negras apareciendo y desapareciendo. Qué enigma tan asqueroso. El susto por el modo de mi intento de acabar conmigo... No sé si sea suficiente para asustarme respecto a la muerte misma. No puedo prometer nada. No lo pude prometer. Ambas cosas me aterran. Todo me aterra y me sabe amargo. Y lo único que queda resonando en mi cabeza es que hubiera sido más fácil no ser, no estar, nunca. Y aquí estoy, aceptándolo todo, muerta de miedo, pero viva y terriblemente consciente. Siento que enloquezco. Enloquezco y ya bebí todas mis pastillas medicadas. ¿Cuál es mi senda? No tengo idea. De verdad, enloquezco. Estoy inmóvil, pero en mi mente suceden cientos de actos por segundo. Silencio, no me salpicas nada hoy. No debería siquiera dormir. Odio tener práctica mañana. Odio haberme ofrecido para hacer una investigación corta que nunca pude comenzar. Sí, tengo suficiente intelecto para hacerlo todo en menos de 5 horas, en realidad, y quizá menos, pero siempre me he sabido perder en mis jardines, y ahora no es de un modo tan pacífico. Siento como si algo me llevara involuntariamente a recorrer todos mis lados y secciones de modo demasiado veloz. Acabo de notar que no estaba respirando. Quizá sea eso. Me largo.

Sunday, April 20, 2014

3

Los tiempos se separan y soy un ave congelada con ojos de lobo. Se pasan las horas y sigo clavada a mi cama. Los deberes que no habrían de preocuparme se me hacen un pedazo más de curva que agregar a los garabatos mentales que llevo siempre conmigo. Pronto vendrá mi hermano del aereopuerto, y no tengo dudas de que también sabrá la historia para cuando me vea. A mi madre también se la contó mi padre por teléfono. Nadie respeta mi privacidad. Ahora pareciera necesario que todos sepan que intenté suicidarme. Incluso un tío mío me mandó un correo electrónico ayer, que recién pude leer hoy. Una parte de mí siempre ha detestado que cualquier ser se atreva a entrometerse y/o divulgar mis asuntos, pero en estos días siento una muy horrible sensación de agradecimiento. Digo horrible, porque empiezo a desvalorar lo que valoraba y viceversa. Digo horrible, porque es horrible darme cuenta de que, de pronto, también tengo ese miedo que siempre llamaron "natural" a la muerte; que de pronto sí me daría miedo que alguien se me acercara con un cuchillo, y que me da felicidad saber que hubo personas que, en la noche de mi intento de suicidio, intentaron salvarme, y/o que ahora están, de algún modo, preocupadas. Es una extraña sensación, porque siempre he odiado que la gente se entere de mis asuntos, pero, por alguna loca razón, es algo agradable descubrir que las personas más frías y mudas tienen algo que decirme.

Una voz de mujer despertó a mi madre a las 3 de la mañana mientras a mí me llevaban a emergencias, en la noche de mi intento de suicidio. Algunas vivencias extrañas nos han ocurrido a ambas desde siempre, pero esto me dejó algo perpleja.

Soy un trozo de abismo con carne que no sabe nada y cree en la fantasía más que en las dimensiones percibibles, pero, ahora, le temo tanto a lo percibible que no sé dónde quepan las demás figuras. De pronto, tengo ese miedo terrible de seguir en el juego o salirme de él. A ambas cosas les tengo algo de terror. Qué indefensa y oscura me siento. Y si alguna luz apunta hacia mí, ¿de dónde viene? Con tanta debilidad pasaré los días, como cualquier otro que no sabe dónde está el comienzo del fin y se pierde para siempre. Se me hace horrible pensar que estos sentidos no sean escapables, y que me vea obligada a quedarme con ellos, hasta que pierda la noción o la vida, y la vida, sí que es caprichosa.

Saturday, April 19, 2014

Medium

Nunca antes había tratado de matarme con pastillas. Nunca. Es la cosa más estúpida que pude haber intentado. Acabé en emergencias y me pusieron una inyección intravenosa.


Pensé que todo terminaría muy rápido y que solo sería cuestión de unos minutos u horas, pero las horas pasaban y aún no moría, así que seguía agarrando cualquier pastilla que encontrara en mi casa, absolutamente cualquiera. A la vez, con un cuchillo, me cortaba el brazo en una línea vertical (que ahora no sé cómo rayos lograré cubrir cuando salga, porque es asquerosamente grande la cortada).


Las pastillas me dieron un mareo y me empezaba a temblar el cuerpo. Me costaba respirar cada vez más y, de pronto, por primera vez, tuve una sensación que nunca pensé que tendría. El instinto que siempre se supuso que debía yo tener pero que me creía fallida por no tenerlo: sobrevivir. Al darme cuenta de que mi muerte no iba a ser tan rápida, si no más bien dolorosa, empecé a gritar y respirar con excesiva fuerza. Mi padre terminó llevándome a emergencias, no sin antes gritarme que hago estupideces y que está harto de mí.

Todos los detalles sobre lo que sucedió en el camino y hasta que regresé a mi casa, no son importantes. El asunto es que estoy viva y, por primera vez luego de todos mis intentos de suicidio, no siento que haya sido un fracaso de suicidio. Siento que fue un intento del que me salvé. Juro que no tengo idea de qué es lo que me está pasando. Nunca hubiera razonado las cosas de este modo. Anoche, no podía siquiera dormir. Todo era asqueroso. Me siento mejor. Tengo responsabilidades, miles, pero me siento mejor. Tengo la más extraña sensación de sentirme salvada, y de que anoche fue la estupidez más grande de mi vida. Recuerdo mi expresión de susto al sentir que no podía respirar. Recuerdo cómo se meneaba mi cabeza involuntariamente sobre los hombros. No podía ni dormir para no ver mi muerte, porque el dolor y la falta de aire no me lo permitían. Soy una cobarde, lo sé. Qué cobarde de mi parte. No me importa.

Anoche estuve con un pie en cada gemela: la vida y la muerte. Nunca me había sentido tan asustada al darme cuenta de que toda persona pasará por eso en algún momento, que todos moriremos y que probablemente sea así de doloroso o mucho peor. Francamente, no sé qué me espera ahora. Siento que debo reconstruir-me. Lamento haberlos decepcionado si esperaban mi muerte.


Friday, April 18, 2014

Asleep


Sing me to sleep
Sing me to sleep
I'm tired and I
I want to go to bed

Sing me to sleep
Sing me to sleep
And then leave me alone
Don't try to wake me in the morning
'Cause I will be gone
Don't feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I will feel so glad to go

Sing me to sleep
Sing me to sleep
I don't want to wake up
On my own anymore

Sing to me
Sing to me
I don't want to wake up
On my own anymore

Don't feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I really want to go

There is another world
There is a better world
Well, there must be
Well, there must be
Well, there must be
Well, there must be
Well...

Bye bye
Bye bye
Bye...

.

Quizá ya solo tenga que esperar. 17 pastillas para la depresión (todas las que me quedaban) y unas de quién sabe qué. Las personas duermen. Me acompaña Debussy. Le agradezco el gesto. No sé qué más haga falta. Sigo bebiendo.

Son lindos los cielos. Es hermosa la luna. Me envenena tanta belleza. Me trae cristales a los astros. Se dibuja una curva en mis labios. Nunca dejaré de contemplarlos a todos ustedes, seres y entes que habitan detrás de mi ventana. Si en mi nunca cabe la nada, inmóvil y sin tiempo, mi nunca, mi siempre, mi perpetuidad siempre estará llena de ustedes. Poco a poco, me inundan los cantos, las teclas, los acordes y los cuentos. Los poetas de la villa andan todos hacia un jardín secreto. Las arpas tocadas invisiblemente. No necesito más. La gravedad, el peso, la velocidad y la fuerza no son.

La cabeza empieza a dolerme un poco, apenas. Nunca me sentí más feliz. Nada es más divino que esto, lo juro. Que la sarta de conocimientos no me saben a nada. La narcisista se ha ido. La depresiva, también. Ya no tengo que amordazar mis modos. Me siento más libre que un águila, y vuelo sobre mis mundos con música. Estoy en el mar, sobre el mar, en el aire, sobre el aire, y también bajo él. Ando en la tierra, veo en el fuego, siento su color en mis manos hermosamente. Después de esta noche de luna llena, nada me haría más miserable que vivir, pero nada más feliz que dejar de depender del tiempo y la esfera que me ha retenido, durante tanto tiempo, fija en mi silencio, imposible y penosa. Que me dejen morir. Si Dios es real, de verdad, que me deje ir. Si no soy digna de un mañana de luz, no importa, que de luz solo tuve el nombre. Si mi vida y mi muerte han de ser oscuridad eterna, que lo sean. Invoco a quien sea, que haga que mis ojos se apaguen, que mis dedos no puedan seguir tecleando. Que la noche se apodere de mí y me deje fría como ella, aun más fría. Que tomen mi vida todos los seres y me concedan la tranquilidad infinita, a mí, a un alma de monstruo que nunca pudo descansar, que nació para permanecer en una espesa soledad inquieta, rodeada de ardor. Apáguenme. ¡Apáguenme!
Tengo tantas pastillas que muero de nervios. Tengo tantas pastillas y tantos deberes que podrían deshacerse. Tengo tantas pastillas y tantas voces que podrían desvanecerse. Las personas no importan. Ja. La verdad es que nadie importa. Me da mucha risa todo esto. Nadie me importa. Todos se las han arreglado sin mí durante años, y así es más bonito. Tengo derecho a mi egoísmo. Los nervios son una estupidez que no puedo evitar. La vida es mi todo, y todo me ha sabido amargo. Mi juego siempre fue herir o ser herida. No hay más para mí. No existe. La gente es ridícula. Todos necesitamos elementos fantasiosos, pero mi fantasía no cuenta con humanos, porque todo lo que he visto en ellos me ha dejado con una ligera esperanza de algo mediocre. Poco me importa la impresión del resto. Poco me interesa acabar loca en un rincón viendo unicornios inexistentes. Solo no quiero ser salvada. No quiero ser rescatada jamás. Si no puedo hacer que todos se mueran, pues me muero yo. No pienso seguir en la ficción pintada ante mis ojos. No pienso tragarme el cuento que ya nadie me cuenta pero que aún resuena en mis oídos. Si paso de esta noche, que se alarguen mis días amargos. Y si no, bendita sea mi muerte, porque mi vida siempre fue maldita. Que nadie crea nada de otra boca, porque ninguna probó lo que la mía.

Larvas

Y de vuelta como una tormenta. Todo empieza a despintarse. Cada milímetro de tela ha sido arrancado. No hay nada que me cubra; nada que me sostenga.

De pronto todo tiembla y me encuentro tan yo, tan al rincón, tan pequeña, tan niña, tan siempre. Huelo mi final. ¡Maldito signo, que profetizas estabilidad! ¡Maldito grupo territorial en el que crece esta bestia! ¡Maldito mi padre! ¡Maldita mi madre! ¡Maldita yo! Maldita esa vieja que abre las uñas sobre la garganta de mi padre y hace hervir su sangre y la sangre de todo aquel que lleve la suya contra mí. Mi arrullo es el silencio melódico de unas canciones. Escondo los parlantes. Escondo mis pies. Escondo la luz. Clío no está. Mi única amiga real, que ni siquiera vela por mí. Todo se desvanece y contemplo herramientas y modos horrendos. Sus palabras retumban en mis oídos una y otra vez.

-"Le tengo miedo. Ella es mala. Ella es mala. ¡Ella es mala!"

Nunca podría ser tan mala como tú. Tres de las miles de veces que traté de matarme de niña fueron tu culpa, enteramente tu culpa. Mi serenidad solo está en ignorarte, pero ignorarte despierta un veneno de víbora en ti. No importa cuántos pasos haya dado. No importa. No importan. No importo yo. Aun si lograra matarte, nada me libraría de ti, y por eso siempre traté de acabar conmigo. Esperar me parece tan ridículo. No sé dónde se supone que haya un refugio. De verdad, no lo sé. Y a ti te culpo por gran parte de todos mis males. A mi padre solo lo culpo por la imbecilidad. A mi madre, el abandono. Pero tú eres el verdadero demonio. De más está intentar concederme tal honor, madre de las bestias. Qué horror que aun mi bestialidad provenga de ti. El quid de esta bestia, de toda ella, proviene de ti. Pero los detesto a los dos, a los tres, a todos. Una parte de mi compasión se apiada a veces, pero no creas que es del todo real. No me creas nunca, porque yo no los amo. Que mi honestidad sea castigada una y otra vez hasta que aprenda, hasta que muera, hasta que me dé muerte, porque la vida, el juego que siempre me termino animando por jugar, no por principio ni por fin, sino por intermedio, me sabe tan brusca y maldita como un hoyo negro lleno de veneno. Mil realidades posibles vertidas en un maldito agujero. Si pudiera soñar para siempre, lo haría. Y si la inexistencia del tiempo crea la eternidad, cualquier muerte es una eternidad. Yo no quiero nada. Solo me calma el odio, el amor inculcado, un odio delicioso esperanzado por la continuación de un juego asqueroso. Quizá tengas razón. De verdad, no me importa perder. Puedo morir ahora mismo y tú vivir hasta que la muerte te toque del modo más suave. Pero si muriera, cómo detestaría que estés en mi funeral. Cómo estaría de asqueada si pudiera contemplar tu sucios ojos llorar, como esta noche, como tantas noches, solo para jugar tu rol. No. Si muriera, preferiría que nunca hallaran mi cuerpo. Prefiriría ser inalcanzable. Tú ganas. Eres la peor. No me engaño más. Tú eres maldad. Yo no merezco tal honra. No la merezco.

Words


Three inches above the floor
Man in a box wants to burn my soul
And I'm tired, and I'm tired
Is that the truth, he says
The pain is easy
Too many words, too many words

And I can hear 'em

If you're hearing screams
Come back child, come back
My hands are dry
But I know they're gonna make it
Just one more night
Too many words, too many words

Poena

No tengo mucho que decir. No importa la infinidad de cosas en mi mente.

Quizá ella piense que estoy muerta. Mejor. Quizá todos lo piensen. Hay un refugio en la parte más blanda de mí. Contemplé el cielo hace un momento, pero mi cuerpo no alcanza. Mis ojos, mis manos, mis piernas, mis pies... Todo en mí está derrotado. Quiero hacer daño. Quiero hacerme daño. Quiero tragarme el veneno que respira el árbol que trepaba de niña. Cómo lo recuerdo... Cómo recuerdo eso. No sé si era del todo feliz. Solo recuerdo ese parque y ese árbol, el de la rama izquierda partida y tan gruesa... Pienso en visitar su tierra. Muchas veces, lo pienso, de verdad. Me apena demasiado que siempre acabe tan inmóvil, con mis formas más banales y todo lo nuevo que me roza. Pero aquí quedo, inmóvil. Inmóvil y con mil excusas.

Una melodía me jala el corazón. Me inunda un deseo de llorar. Escuché un llanto desconsolado esta noche, pero no me dio ni un pedazo de tristeza. Creo que esa mujer debería morir. La muerte no tiene por qué ser algo tan trágico, insisto. Creo que debería morir porque ha llegado a un momento en el que solo sirve de estorbo. No me dan pena sus llantos ni una pizca. Nada. Poco me importa que eso suene terriblemente mal. No voy a fingir un valor que no poseo. Si ya perdiste todo, mujer. Tu vida solo está hecha para traer amargura. Tu cuerpo y alma están trastornados y llenos de amargura. Te crees fuerte por crearte formas de hacerte útil. No eres nada. Eres una nada. Parecida a mí. ¿Qué nos diferencia? Quizá que yo parezco más mierda, solo por ser honesta. Tú eres la verdadera maldad escondida. Te confiero el título de caballo oscuro. No te preocupes. Pronto yo seré una, también. Aprenderé a mentir. Aprenderé a manipular terriblemente. Quizá entonces sea más fácil acabar con seres como tú. Perdóname. La idea de no tenerte más me sabe hermosa. Me disculpo de nuevo. Soy terrible, horrible. Soy un monstruo. La bondad no habita en mí. Si alguna vez fui alimentada con ella, la he de haber vomitado en algún otro momento. Quizá sea tan diferente que soy inmune a ella.

Puedo imaginar miles de cosas. Puedo sumergirme en otro mundo. No quiero llorar. Se me cierran los ojos para sentir la canción, pero la pena no se desvanece. Pierdo el tiempo con máscaras ajenas que hablan y sonríen. Hoy empujé a un borracho en la calle. El sujeto se puso en mi camino y me hablaba. Lo empujé contra la pared. Hablé con otro grupo de extraños luego. Sigo hablando con extraños. Ahora también les escribo a ustedes, forasteros, grupo de especímenes invisibles. Solo imaginaré que son hadas asexuadas que vuelen en mi mundito. Así, tal vez, alguna compañía tendría por dentro. Pero cada ser que logre que de mí brote palabra está tan lejano... No me interesa nada. Siempre parezco apuntar a un calor inexistente. No existe en mí tal capacidad. No la existe en nadie. Todo es una asquerosa ficción. Todos son una farsa. Me duelen estas notas, pero la pena no se desvanece.

Saturday, April 5, 2014

Nihil

Quisiera dagas, miles de dagas, que me permitieran acabar con todos. Tomar cada último suspiro, sentir el rojo más rojo y lleno de vida, mientras ella se apaga. Quisiera tomar las luces de cada ser que es y que quitó. Mis manos, llenas de sangre, olor a metales grises, llenos de gloria invisible. Porque solo para mí cantarían las aves de mi cueva. Solo por mí existen los nocturnos. Mis seres de negro, de noche, con diagonales cerca a las mejillas y vestidos de sombra. No los llamaré amigos, sino una creación. Solo lo que venga de mis manos es digno, si acaso... Cómo quisiera creer. Cómo negar que creo en esos dioses hermosos, en tierras desconocidas. Mi lógica finitísima no pende en la antigua terquedad de mis formas. He rociado mi corazón, así como cada víscera. Mi alma aún se enrosca en la noche y espera a mis fieles seres. Mi noche, como un lucero sin luz, me trae todas las formas de un yo que se esconde en la esencia más profunda de mis pozos. ¿Quiénes son esas niñas, esa bebé, ese feto, ese embrión? ¿A quiénes veo en sus pupilas? ¿Qué sangre encuentro en esas perlas llenas de metal? ¿Qué liquidos acuden a sus sienes, a sus yemas, al deseo? ¿En dónde se depositó la bondad; en donde, la bondad? Me duelen todas las secciones, las partes, los nombres, las palabras, los inventos, los secretos, los golpes, las mentiras, los gritos, la orina, el excremento, las mascotas, las sábanas, los lugares, los olores, los fríos, los calores, el sudor, las lágrimas, los colores. Todos se apoderan de mí en una tortura indescifrable, con un algo o alguien que pisa las teclas más tenebrosas del piano, y deposita sus sonidos en mi cuerpo. Suelo acabar con cada parte de estos desconsuelos con la mayor facilidad, luego de simular mis memorias, luego de partir cada uno de mis huesos, de convertirme en la bestia que soy, de ver mi salvajismo. La luz me toca y revientan mis soles, pero la luna, la luna siempre... Siempre. Solo me basta la luz más tenue para saber que sigo aquí. Y sin ella, el sonido más amargo de mis fríos. Sigo convenciéndome de que no es difícil. El camino se dibuja, se siente a cada paso. Mis imágenes cobran vida con los días. A veces, me veo. A veces, me retuerzo con los sonidos de otra materia. Me controlo unos instantes de vida. Me retuerzo, y me trago mi cuerpo. Me trago mi cuerpo. Me desvanezco. No soy nada. Estoy aquí. No soy nadie. No soy de nadie, tampoco. Soy mía. Mi nada, mía. La nada. Soy la falta de lo que es. Soy maldad, soy oscuridad, soy mentira, soy vacío, soy cuento, soy poema, soy locura, soy pena, soy enojo... No soy. Pero de las nadas, soy yo. La nada soy yo. La más grande y narcisista. La dueña del oráculo, la bruja, la inventora, la maestra, la asesina. Y me comen los insectos. Mi lecho se hace polvo. Siento mi boca temblar. Me duelen las venas. Me duelen los órganos más escondidos. Simulo la muerte, mi otro yo, que soy falta de vida, pero sobrevivo en mi muerte helada, con un secador y el molesto piano que melodia un epitafio que no quiero. Nadie jamás sabrá. Mi gloria, invisible, es mía. Es mía, como la nada, como mi yo, como yo, como cada ser que no existe ahora mismo, cuya sangre brota de mis manos, y es toda mía, mi alimento, mi bebida, mi perfume, mi pintura, mi arte... Cazadora de almas, de cuerpos, de modos. Pronto, algún día, todos habrán desaparecido, y me encontraré solo conmigo, para la quietud absoluta, para el blanco cegador que me libere. 

Lupa

Quiero ahogarme en mis lagos
Consumirme los cesos con
El arpa entre las piernas
Socórranme los vientos
La lluvia
Que no me visita
Que me ilumina
El negro de luna
Mi luna
Perversa
Nostálgica
Cenizas atando las cuerdas
Concierto sin dedos
Sin garganta
El insomnio de gloria
La batalla anesteciada
El juego inmóvil
Sofocan mis dados
Cordura de pájaro
Invisible
Lárguense, cristales
O me vuelvo yo
A los astros
Al monstruo
De mi patio
Deforme
De mi esencia
Yo
Esplendorosa