Sunday, April 20, 2014

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Los tiempos se separan y soy un ave congelada con ojos de lobo. Se pasan las horas y sigo clavada a mi cama. Los deberes que no habrían de preocuparme se me hacen un pedazo más de curva que agregar a los garabatos mentales que llevo siempre conmigo. Pronto vendrá mi hermano del aereopuerto, y no tengo dudas de que también sabrá la historia para cuando me vea. A mi madre también se la contó mi padre por teléfono. Nadie respeta mi privacidad. Ahora pareciera necesario que todos sepan que intenté suicidarme. Incluso un tío mío me mandó un correo electrónico ayer, que recién pude leer hoy. Una parte de mí siempre ha detestado que cualquier ser se atreva a entrometerse y/o divulgar mis asuntos, pero en estos días siento una muy horrible sensación de agradecimiento. Digo horrible, porque empiezo a desvalorar lo que valoraba y viceversa. Digo horrible, porque es horrible darme cuenta de que, de pronto, también tengo ese miedo que siempre llamaron "natural" a la muerte; que de pronto sí me daría miedo que alguien se me acercara con un cuchillo, y que me da felicidad saber que hubo personas que, en la noche de mi intento de suicidio, intentaron salvarme, y/o que ahora están, de algún modo, preocupadas. Es una extraña sensación, porque siempre he odiado que la gente se entere de mis asuntos, pero, por alguna loca razón, es algo agradable descubrir que las personas más frías y mudas tienen algo que decirme.

Una voz de mujer despertó a mi madre a las 3 de la mañana mientras a mí me llevaban a emergencias, en la noche de mi intento de suicidio. Algunas vivencias extrañas nos han ocurrido a ambas desde siempre, pero esto me dejó algo perpleja.

Soy un trozo de abismo con carne que no sabe nada y cree en la fantasía más que en las dimensiones percibibles, pero, ahora, le temo tanto a lo percibible que no sé dónde quepan las demás figuras. De pronto, tengo ese miedo terrible de seguir en el juego o salirme de él. A ambas cosas les tengo algo de terror. Qué indefensa y oscura me siento. Y si alguna luz apunta hacia mí, ¿de dónde viene? Con tanta debilidad pasaré los días, como cualquier otro que no sabe dónde está el comienzo del fin y se pierde para siempre. Se me hace horrible pensar que estos sentidos no sean escapables, y que me vea obligada a quedarme con ellos, hasta que pierda la noción o la vida, y la vida, sí que es caprichosa.

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