Wednesday, May 6, 2015

jeune

No necesito decirles más. Él nunca lo sabrá. Nadie lo sabrá. Nadie sabrá de estos vestidos blancos en el agua, que no buscan ninguna explicación; nadie, de esta garganta solitaria, del corazón afónico de la que lleva un alarido siempre, siempre, siempre en las mejillas... Como si fueran intocables (recuerdo haberlas tocado durante mucho tiempo, contemplándome).

No sé cómo no podría tornarme al gris fecundador de ese hálito bellísimo en el eje de todo esto que el mundo ha decidido llamar cuerpo. Yo nunca he sabido creer por completo. Miento. Siempre he pecado en esto, en tanta fe... En el llamado místico de los vellos de mis brazos, en el bosque que siempre me ha andado, aquí (toco mis sienes)...

Nadie tiene por qué saber, todo lo que han sido estrujados los dedos de la casi muerta, de la muchacha de las sábanas, de la muchacha que suda en la pijama, de la que consigue el perdón de esas mujeres en las que no cree, solo para ser... Invisible, como nunca fui. No necesito decirles más.

Mis puños
se
sosegan
pero
el manto
ya no está

Recuerdo la revista. Recuerdo esas noches. Recuerdo el cubrecama rosado. Recuerdo las paredes. Recuerdo las muñecas que siempre odié. Recuerdo el equipo de música. Recuerdo el televisor. Recuerdo el gris frente a mi ventana que me hacía lúgubre. Mi pedazo de sol con una secadora por las noches -nadie vigilaba el tiempo. Morfeo me llevaba a Silvia, algunas veces, quizá siempre. Y yo, en las escaleras, grises. Eran grises. Las rejas. El auto de alguien con una historia complicada, ese que nunca la vio, ese que no pudo llevarme nueve meses, "la visita", el padre, y yo, metros arriba... Con cristales.

Pero mi amarillo, en esa secadora; mi amarillo, el reloj de ángeles... No hay mamá ni papá. Pero la alfombra es un mar, y los sonidos de la tele, son los niños que no jugaron contigo hoy.

Cuerdas graves leves

Tanto que se ha volcado entre
mis hoyos
Yo no tengo un monte
Pero los temblores
me son
En los hombros
quema el sol mi
capas, capas, capas
el azul arde con
Hay un ave sin alas
que ronroneaba
con las uñas
aullaba
a mis lunas
Hay un
gusano
¿Cómo hemos matado
a la mariposa?

Sunday, June 29, 2014

La híbrida

Es una belleza, pero no puedo explicárselas. A ninguno de ustedes puedo explicárselas. Ni a ella. Ni a él.

- "Somos muy condescendientes contigo".

Si supieras lo que habita en mí. Si hubieras conocido al monstruo a tiempo y en toda su gloria; si alguien lo hubiese visto... Porque sus garras se arrastran desde lo más íntimo hacia las patas de una araña que intercambia acertijos por una entrada a través de mis láminas... El papiro exquisito. Todo estaba ahí. Cuando recuerdo sus modos de incendiarse, de pronto, yo aún niña, me estremezco con el tacto doblado y los ojos cerrados. Mis ojos se aprietan como cosidos, como si no se respirara también por los ojos, como si fueran a comérselos los pájaros que tanto he adorado durante mi vida, incluso admirado su violencia, en el encuentro. Y esa admiración, tales ojos... ¿No fueron también paganos? ¡Qué ojos, qué labios, qué oídos, que me atraen hacia orco, sin morir! Sin morir... Y en tantas ocasiones que te he tocado, Leteo, Leteo... Tantas, como los gritos que se anidan en mi pecho, el acuario, el baúl... Y lo mismo les es la noche que el día, en tanto el vaho correcto, mi vaho, aun mi amarillo, se asome por dentro, un segundo, dos. Y los busco. Mis vahos. Los busco... ¿Por qué los busco? La ninfa, la niña, quien sea ella, ella, se aturde, se canta, se aúlla, se pierde, se predice, se envenena, intenta acabarla. A ella. ¡Ella! ¿Quién es la otra? Cualquier cosa, menos esa criatura inmencionable. No te considero. Alteración. Agitación. Bulla. Todo es una barahúnda... Desconcierto. Un desconcierto en crescendo, y las notas acelerándose como una estridencia perfecta y ácida, incontenible. La ninfa, la niña, quienquiera que sea, ella, con presencia de árbol. Petrificada. Una cadáver con las venas colmadas de algún espíritu mezclado.

Los dientes solo son servidores-candado. Nada la libra. Nada la libra de la agresión en su garganta, las hormigas palpitantes, el cráneo de laberinto, los acordes de la que parece averno, de la que posa sus manos hasta lograr que la híbrida se encorve. Hasta que se enrosque en sí misma, y la que parece averno pueda brotar-se, tomar a la ninfa, tocar a la ninfa, rasgarla, a quien sea ella. Pero la híbrida. La híbrida es un hálito gris, frío, impenetrable. La esfinge, la libro, la hastiada, la monstruo, la niña, la negro, la rojo, la verde, la azul, la miedo, la bruja, la que caza, la que huye; y en todo, una eterna fugitiva.

Si pudieras verlas. Si pudieras sentirlas en mí, rozarlas siquiera... ¿Entenderías a la niña? ¿Hallarías al monstruo? ¿Ves, acaso, a la híbrida?

Esta soy yo, una híbrida, una esencia partida entre la que me asusta y la que teme, y la que es ambas y las ama y las odia, pero odia más el estado de morir en vida, la ausencia de almas, la tenencia de un quid que se presenta ilimitado, fantasmagóricamente ilimitado, ilógicamente lógico y lógicamente fantasioso, que se alimenta en un lago que nadie más ve, que maldice los colores aunque estén en sus riberas... Y tú, que me das un nombre de luz, que permaneces en tu lago, pretendes matarlas, como yo las he querido matar, asesinar, destruir... Pero las amo. ¡Cómo las amo, y las maldigo! No. Que el regocijo te lo dejo, pero me asustan esas sustancias, las que esa mujer me dio. ¿Me conoceré de nuevo? ¿Y tú? Tú nunca las supiste.

Friday, June 27, 2014

Esta noche

Te diriges hacia lo que se debe
Te diriges hacia lo que debe ser
Te tiento con las manos los oídos
Te rozo el viento con mi
voz de acordeón
dolida, encerrada, rasgada en intento de librarse
de todos los fantasmas
tuyos también
varios

Cubro con las mantas nuestra historia
Cubro con mis dedos el rojo
Ignoro el barullo, mi alrededor
Yo no busco un deber externo
Si lo hiciera,
Si lo hiciera...
No pensaría en ti
No me mordería los hombros
Los codos
La sangre
En donde te tengo
En donde te encuentro
Madre,
Madre, y decido coger
Una nota
Un pedazo de sonido
Y

Y salpico mi sangre en tu rostro
Y te grito los fantasmas que me acosan
Y te cuento el cuento de un demonio
Con alas
Un demonio que me deja anesteciada,
Inmóvil,
Con el hálito invertido
Negro
Tan negro que no
Sabes
No sabes todo lo que escondo
Y tú, madre, no ves
Que el deber interno me obliga más
Que ponerme una capa y cocinarme hasta
Vivir como tú, como ellos, como todos
Como alguien que no soy yo
En un lugar que no es mío,
Reemplazada por una imagen inmortal e inmutable
Madre, me he vaciado en ti
Me he desnudado como un recién nacido
Pero la luz
La luz de mi nombre
Ha sido violada.
El demonio, madre.
Esos seres abismales que
me hacen temblar el cuerpo día a día
Y lucho contra lo invisible
Y no sé
Y si, madre, te contara
Y si, madre, te tocara
La cara y proyectara desde mis ojos
En los tuyos, el todo
Mi historia sin ti
No me pregunto por conmiseración
En tu mirada
No dudo de tus labios
Madre, tus ojos son secos
Tan secos que no hallo calidez
Madre, ¿cuánto tiempo me has mentido?
¿Cuánto tiempo alargas tu mano para darme,
para encontrarme, para dejarme?
Y yo, desnuda, tan desnuda
Desolada
Maldecida
Hastiada
Anesteciada
Ignorada
Olvidada

Y en estos momentos, te veo el rostro, lejano
Y tantos días en los que fui una extraña
Porque nunca quepo en tus ramas
Soy el olvido; soy el desdén,
Me maldigo y estrujo mis sombras
Estrujo todas mis sombras
Y no sé si maldecirte,
Porque en mi alma rota y sangrante
Toda la oscuridad concedida
Me sabe yo
Y yo soy
La oscuridad

Wednesday, June 25, 2014

Mucus

No sé si es mi mente, mi cabeza o mi nariz un revuelto. Mis ojos también están algo perdidos. No importa.

Muchos sujetos andan. Muchos sujetos me andan... Yo no los ando, pero pareciera.

Mis pies se esconden
debajo de algo
y están helados

Creo que me acerco a empezar a romper rutinas y promesas. Ya el tiempo me concederá nuevos días.

Si supieran mis pecados, esos pecaditos...
Y estar aquí? Y sentir mi frío y la luz?

Thursday, June 5, 2014

Haupt

He tratado de explicárselo a alguien nuevo. Le he contado de mis garabatos mentales, de todas las líneas y curvas que rodean mi existencia. He compartido algunas de mis capas y melodías. Un extraño que navega en un mar muy azul y no le teme a las criaturas de las que siempre he huído. También le conté de ellas.

Es poco impresionante, pero útil. No busco solo utilidad, pero es lo que queda, lo válido, lo intocable... Le huyo a lo tocable, aunque venga de un viajero instalado en un mar, le huyo. Pero me atormenta saber que siempre habré sacado de un cuerpo solo una sustancia y luego no más. Y luego, no más... No más, porque, además, soy un laberinto. No sé a dónde se dirige mi alma y lo he dicho con tanta pasión que este sujeto pareciera entender. Es gracioso, porque no he notado la profundidad de su esencia, ni he probado su sensibilidad en absoluto, pero el sujeto (demente) cree que mis explicaciones sobre mis propios procesos cognitivos, escondidos y arcanos, son totalmente coherentes y claras. No le creo del todo, pero logro arrancarme las heridas aunque sea para ponerlas en alto, en frente, visibles al fin, porque sus tardes son tan aburridas que ha decidido escucharme. Yo me la doy de bardo, de poeta; y él, de aprendiz, una esponja viviente. Un visitante, efímero como otra ave, que le trae algo de paz a mi -también- vuelo. Yo soy un pedazo de hielo con esquinas bordeadas de sol. No soy más. Todas las personas me saben a una tecla morbosa que me toca los oídos y luego danza hacia el aire, hasta desvanecerse.

Mi cabeza está en otro lado. No sé dónde estoy ni qué me ocurre. Mi único entendimiento se ha asentado en la mutabilidad, en la incertidumbre, y en la certeza de que la oscuridad ha vuelto a encantarme. Me siento condenada por una palidez invisible... No puedo explicar nada. No sé cómo explicar nada. Ese sujeto es el único que entiende mi desorden, por lo menos ahora, o por lo menos le hace justicia a un rol que me sirve de momento, para no sentirme aún más desquiciada.

El mundo es lo que es. Pero nadie sabe qué es eso. Vivo rodeada de construcciones sociales que me empujan sin misericordia hacia calles demasiado transitadas. Las sigo, y me enamoro de cada cosa en el camino. Me enamoro de cada materia, de cada sustancia, la hago mía. He hecho mías a tantas cosas que no tengo dudas de que el problema no es mi capacidad; mucho menos mi pasión. Algo me acosa desesperadamente. Yo sé que todos andan por las mismas calles y son felices o creen serlo, o creo que lo son. Ya pude ver que todo esto era un juego para mí. La calle es un patio de juego. Un patio de juego. Cada libro es un entretenimiento, un conjunto delicioso de sensaciones y armas perfectas para más sensaciones. Las personas andan por el mundo, en los mismos lugares que yo, pero sus calles no son juegos. El juego no existe. El juego existe. Ellos andan tan consumidos que me asusta y me revuelco en mí. Pero no me importa. No me importan. El egoísmo me priva... Repito que algo me ocurre. Mi mente es insaciable e insiste en aislarse. El dolor no es dolor. Solo hay un pedazo de roca y mil fantasmas de mi propio yo, rondándome. Nadie nota el cansancio ni la sangre. Nadie ve el sudor ni las lágrimas. Ninguno de estos elementos está. A veces, me pregunto si realmente será que soy humana. Y de humanidad, igual poseo la parte más monstruosa. Estoy cansada y no me importa nada. Miro por la ventana y me conquista el cielo rojo, que nunca entenderé por qué solo es rojo en mi ventana, todos los días del año, y solo en mi ventana, en esta misma, como destinado a seducirme...