Friday, February 21, 2014

Noctis

Soy un ser de la noche, o eso me digo. Debiera estar afuera, andando en el pasto. Veo siempre a través de la ventana, que está a mi lado todas las noches. Me bastan los audífonos, el viento y su olor a mar. Me basta el sentirme libre, aunque permanezca encerrada. La luz que siempre imagino es la misma sustancia de la que parezco huir, día tras día, junto con sus voces y colores. Si apenas veo un celeste cuando el sol viola mis cortinas azules, deseo que se marche. El celeste solo danza y, con las horas, ya no es más que otra res, gris o negra.

El silencio que me regala cada cielo rojo (nunca entenderé por qué siempre parece ser rojo desde esta ventana), en cada noche, me concede, a su vez, el deleite mental más hermoso: los jardines más verdes, el amarillo más potente, con brisa fría. Y nunca pareciera permitírseme suprimir esa misma vista del lugar al que he ido siempre. A veces pienso que es ese mismo lugar al que quiero ir. Hasta hace tal vez una década, prácticamente nadie lo visitaba. Algo parecía asustarme, pero recuerdo haber encontrado un escondite siguiendo un camino delgadísimo pegado a un abismo mortal (no pretendo ser específica: podría ser peligroso). Ahora hay muchas más personas, que ni siquiera saben dónde están, ni qué tesoros aguardan debajo o alrededor de ellos. Suelo sentir un desprecio hacia ellos por estas razones. Supongo que no es exactamente "correcto". Todos  tienen derecho a explorar. Pero nadie explora. Todos son insectos inútiles. Sí, bueno, no soy exactamente bondadosa. Lamento decepcionarlos, forasteros. No es esta una de mis virtudes.

En este momento, siento la luna que no veo formarse brazos y estrujarme el corazón. No sé si hacerme un camino por las calles esta madrugada, y llegar a mi escondite, con todo el riesgo que eso pudiese suponer, o quedarme precisamente aquí, diciéndome que soy un ser de noche, pero huyendo de su belleza. ¿A qué le temo? ¿No soy una posible suicida, todavía? Hace unos meses, recuerdo que me hubiese dado exactamente lo mismo si me atropellaba un auto y no volvía a despertar, que si me despertaba con vida. Mis deseos habían cesado, y mis emociones estaban apagadas. Ahora, no sé realmente qué quiero. La verdad es que tengo a Sigur Rós en los oídos, y eso hace inevitable que mi corazón llore, y que mi alma baile con todas las notas de esta melodía... Estaba escuchando el último album entero, "Valtari", pero la verdad es que estaba esperando que llegara esta canción. La forma en la que parece tocar la muerte me devora el cuerpo y salpica su sangre sobre mi esencia misma. Muchas veces me siento lo suficientemente vacía como para pensar que nunca he podido probar la vida en un modo entero, ni siquiera por un miserable segundo. Y poco me importa el que otros hayan podido o no. Poco me importan otros. Pero Sigur Rós, que me ha acompañado tantos años, y entre tantos acontecimientos... Si estos sonidos no son vida, creo que la vida misma me sabría a muerte. Porque me tuerce todos los músculos y desgarra lo que fuera que me quede de piel y vísceras.

Esta noche podría ir de muchos modos. Podría hacerme un camino. Podría hacerlo ahora mismo. Casi puedo sentir el sabor del peligro y estas estructuras musicales tocándome y haciéndome temblar tanto que podría parar todo sentido y congelarme y morir. No puedo explicarlo. No puedo explicar estas cosas. Hace unas horas releía que quienes tienen trastorno Borderline tienen todas las emociones mucho más intensificadas que una persona "normal". Pero no sé si realmente poseo este trastorno, no aún, por lo menos, así que no sé la verdadera explicación a esto. Solo sé que no le huyo a la posibilidad de que hubiese una razón por la cual, incluso si no me considero una dualista, pueda sentir que mi alma se mueve y me roza el todo como ahora mismo. Nunca me negaré a la posibilidad de una explicación, porque no importa lo ridículo que pueda parecer entender algo realmente, para seres limitados: nadie va a parar mis deseos de, aun en una realidad tan cómica como esta, encontrar un pedazo de certeza de la más inútil (humana). Solo cuando encuentre la naturaleza de mis modos, y si hallara a otros como yo... No soy tan ridícula como parezco. Solo es un deseo, nada más.

Bleu

Thursday, February 20, 2014

Insanis


La mayoría de veces, me encuentro como un ser tan diferente, que quisiera estar sola todo el tiempo, en un mundo donde los libros tengan alas y vuelen a mí, a visitarme, y las criaturas estén más locas que en el país de las maravillas de Lewis Carroll. Por cierto, estoy muy al tanto de que muchas personas hacen mucho uso de cualquier imagen o arte referido a Wonderland, pero dudo que haya una cantidad igual a la mitad de esas personas que admiren tanto la genialidad de Lewis Carroll como yo. Siento constantemente que él tenía un mundo muy suyo, y, por más que todos digan tenerlo, creo que hay matices. Carroll era capaz de ser solo un observador y rodearse de seres que nos frecuentan, pero nunca de la forma en que él los veía. Bueno, admito que no he leído nada sobre su trabajo en las matemáticas, pero eso está pendiente. Es gracioso poder leer cosas tan -SUPUESTAMENTE- reales, como matemáticas, genética o física y, a la vez, estar fascinada con todo lo fantasioso, lo imposible o improbable, pero es algo que me ha pasado siempre y, al parecer, a Carroll también.

Es verdad, siempre parezco huir a un mundo que solo es mío, y todo es tan fantasioso que me sabe perfecto. Pero, últimamente, empiezo a pensar que todas estas cosas que veo tan a menudo a mi mente, y que yo sé que las veo, en parte, porque detesto lo que me rodea (sí, me refiero a los humanos, en general), sería menos deseable con tanta energía, hambre y sed o desesperación oculta en mi silencio, si viviera entre seres locos. Y claro, todos creen que están locos. Yo también creo que todos estamos algo enfermos, pero también eso me lleva a pensar que si una enfermedad es nombrada por ser una condición anormal, entonces, si no fuese anormal estar enfermo, la enfermedad no sería una enfermedad. Y quizá ese sea justamente el asunto. Quizá hay una enfermedad o un grupo de enfermedades comunes en uno o varios grupos de personas, según la zona, edad, lengua, grupo social y esa clase de banalidades a las que estamos tan aferrados en nuestra miseria. Creo que es tan comun, que, por eso mismo, no es enfermedad. Poco me importa lo que la mayoría tenga que decir. Siempre he discutido con la mayoría. Y no, no se trata de un tema de ego o un intento de llamar la atención, sino que no puedo ignorar mis más grandes deseos de pensar y expresar lo que pienso. Creo que, casi tan hermoso como el mundo que mencionaba hace un rato, sería vivir en un mundo lleno de locos, pero no locos como todos creen serlo, sino locos más parecidos a mí. ¿Por qué el deseo de pertenecer, Bleu? ¿Por qué no te amas en tu soledad? Por supuesto que amo mi soledad, y toda clase de privilegios que eso me confiere (sí que los hay), pero, aunque yo misma lo deteste con todas mis fuerzas, mi lado más humano me pide un pedazo ínfimo de socialización. Podría conseguirla en cualquier lado, y lo hago, sin el menor deseo. Las personas me rodean y me hablan. Quisiera coserles las bocas hasta que tengan algo verdaderamente importante que decir. No tiene que ser en mi propio beneficio: simplemente no entiendo por qué perder tanta saliva sin un propósito. No. No me quejo sin un sentido, de no poder socializar cuando hay personas llenas de ojos y bocas rodeándome cuando se me ocurre ser visible (o sea, ser vista: salir a la calle o estar presente frente a alguien, y muchas veces es solo por necesidad), sino que, a pesar de toda la serie de socializaciones por las que tengo que pasar, y que pueden llegar a ser, incluso, algo entretenidas, en sentidos generalmente banales, creo que me gustaría que, algún día, mi mente no se sintiera tan sola. Aprecio que muchas personas que yo haya elegido tener cerca a mí y quiero me vean como un espécimen raro y les guste así. De verdad, lo aprecio. Aprecio que quieran ver más en mí y no puedan esperar a ver qué locura traigo, pero desearía que alguien no solo me viera como la criatura del otro mundo que parezco, sino que pudiera, también, ser un garabatito andante, sostenido por un esqueleto cualquiera. No. En realidad no sé qué tanto me gustaría, pero sé que me gustaría probar. Entonces, si tuviera un grupo, no importa el tamaño, de personas más parecidas a mí, creo que eso se acercaría mucho a mi ideal. Pero ¿cómo habría sido si me hubiera tocado padecer la enfermedad de la mayoría (ojo: me refiero a la enfermedad, y no al hecho de que sea de una mayoría)? No me lo imagino. Qué terrible. No. Yo fui privilegiada. Ja.

Bleu.

Accendit

¿Qué contar? Supongo que ahora no me provoca tanto escupir palabra que solo sale de modo inconsciente (quizá no tanto), mientras lo único que veo sean imágenes de lugares a los que he huído para no ser vista, para ser invisible.

Anoche tuve mi primera sesión con Susana, mi psiquiatra. De niña iba al psicólogo, a varios psicólogos. Mi madre trató de justificar la existencia de Jenny, la psicóloga que tuve durante más tiempo -según recuerdo-, en mi vida, alegando que necesitaban que ella los guiara respecto a mi cambio de colegio (oh, ¿acaso era solo uno? Yo recuerdo haber estado en cinco) y -creo, porque, la verdad, si es que elijo mis recuerdos, a este no lo elegí del todo- en la decisión sobre con quién me iría a vivir yo. Creo que esto último podría haber sido lo principal (según mi madre). Todo fue algo así como un garabato, o por lo menos en mi mente. No sé si lo era en ese momento o si lo es ahora (bueno, mi mente siempre es un garabato muy hermoso). Quizá teníamos mucho que decir, y considero que ella hizo un trabajo verdaderamente impresionarme por escucharme, pero yo podía verlo todo: veía sus esfuerzos tremendos por no alborotarse entre palabras, por contener la respiración y escucharme un rato, y luego, no podía esperar para vomitar un sinfín de razones para recordarme -como siempre sabe hacer- que nada de esto fue su culpa. Oh, gracias. Está bien. No diré nada que pueda hacerte creer que pienso que hayas hecho algo mal. Pero no lo hice. Ya sabía que eso pasaría. Conté todo del modo más externo y lejano posible, pero, por alguna loca razón (oh), ella no podía dejar de recordarme que ella dio lo mejor de sí y que nada de lo que me haya pasado fue su culpa y, encima de el bello pastel de justificaciones, puso la cereza más roja de todas: mi padre, en cambio, sí tenía mucho que ver con todo esto; a él debía pedirle explicaciones. Está bien, madre, esto no tiene nada que ver contigo. Ella no parece creerlo. Es un poco gracioso, en realidad. Pero ya me lo imaginaba. Realmente fue mejor no haber dicho mucho. La última vez que lo hice, hace años, yo tenía alrededor de 14 años, y ella y su esposo me dejaron sola en el auto mientras yo lloraba desconsoladamente. Sí, recuerdo que lo hacía, de verdad, desconsoladamente. Acababan de decirme que mi papá no me quería de niña y que en una época tampoco creía que yo fuera su hija. Ah, fue mucho más específico que eso, pero los detalles no interesan. Luego solo se bajaron del auto y yo seguí llorando en el asiento trasero. No entiendo por qué parece existir esta absurda competencia en la que solo juega mi madre. No importa. No importa. Ya desde hace muchos años solo la veo eventualmente. ¿En qué estaba? Cierto: Jenny. Jenny era un desastre total, a mis ojos. Todavía recuerdo que solo se dedicaba a decirme que todo lo que hacía estaba mal, y que mi padre, al ser adulto, tenía la razón en todo (ya vivía con mi padre para ese entonces). Era niña, pero no bruta. Hasta ahora creo que él tiene un problema, o si no, podría controlar mejor sus emociones (o lo habría hecho en ese entonces). Bah, no me voy a meter en el tema. Sería ridículo en este momento. El punto es que Jenny siempre me pareció una profesional del tipo que intenta poner en cuadrados a todas las personas, y que solo se traga lo que la moral construida socialmente y sus libros le hayan podido enseñar. Ahora que ya estoy más grande, en realidad creo que Jenny es una mujer con inteligencia limitada. No, Jenny, esto sería un poco injusto para ti. La verdad es que eres una mujer con inteligencia promedio. A tantas personas como tú he conocido... Qué fácil resulta meterse en el cerebro ideas y más ideas de lagos ajenos y nunca poder borrar un poco de líneas de límites y pensar, ¿verdad, Jenny? Nunca pudiste ver ni una mísera parte de lo que yo era. Fracasaste.

Jenny no fue la única. La verdad es que ninguno de los psicólogos que tuve me hicieron sentir suficientemente entendida. Claro, dejé de tener psicólogos desde Jenny (alrededor de los 12 años) hasta que, por ahí, a los 18 (verano del año pasado, justo antes de cumplir 19, si mal no recuerdo), se me ocurrió ir a uno y, la verdad, solo fui a dos o tres sesiones y nunca más lo vi. Fui clara con él: no podía entenderme. Nadie me va a negar que no he tratado de buscar a alguien que me entienda en todos los aspectos de mi vida: en mi familia, en los colegios, en la universidad, en las sesiones psicológicas... A donde sea que yo fuera. Es gracioso pensar que la gente me considere un ser tan misterioso cuando, en realidad, soy completamente abierta. No soy muy sociable, en el sentido de que no me provoca estar con personas mucho tiempo, pero, cuando estoy con ellas, no hay muchos secretos. La verdad es que creo que tengo un problema con la honestidad radical. Siento una necesidad imparable por decir todo lo que pienso, aunque soy algo empática para ciertos asuntos. En realidad, soy empática para todo. El problema es que hay muchas cosas que nunca me herirían. No me importa que la gente sea amable conmigo, así que no me importa ser amable con otros. Esto no significa que no lo sea, sino que digo la verdad sin tener cuidado de la amabilidad. Tampoco doy respeto por posiciones jerárquicas, ni veo a al autoridad como algo sagrado o merecedor de algo per se, en absoluto. Todo lo que pueda tener un valor en mi vida pasa por un test mental en el que un montón de vísceras, sub-partes y líquidos parecen tocarlo y decidir qué hacer con él. Lo siento, parece que disfruto mucho de huir por las ramas. Prometo que esto no sucede mucho. El punto es que siempre he estado abierta a que alguien me entienda, y he sido lo suficientemente franca para que alguien con la capacidad de ver algo dentro de mí lo haga. Es, quizá, por eso, que he pedido ir al psicólogo anteriormente, y que he tenido la idea de ir al psiquiatra ahora. Sí, fue mi idea. Bueno, no por completo. Un amigo que estudió medicina y piensa especializarse en psiquiatría conversó conmigo y me dijo que creía que tenía una depresión y necesitaba ver a un profesional en psiquiatría.

Después de haber tenido pensamientos tan tormentosos, y de haber pasado tantas semanas en mis vacaciones de verano encerrada en estas cuatro paredes, con las cortinas azules cerradas para no ver la luz del sol, sin deseos de salir, sobre todo, para no ser vista, y deseando siempre estar en otro planeta donde las personas no existan o haya solo seres como yo, me di cuenta de que estos deseos siempre estaban presentes, desde hace muchísimos años, y que ahora podía hacer algo. No. En realidad, el suicidio me parece una alternativa razonable. No tiene por qué ser un asunto tan dramático. ¿Qué me vas a decir? ¿Que es egoísta? Ja, todos dicen lo mismo: por supuesto que es egoísta. Solo se centra en mí y, francamente, creo que yo soy la persona más importante de mi vida. Pero no es para alarmarse, aun siendo tan convencional. No hay problema: no estoy segura de que me vaya a suicidar. He tenido demasiados intentos desde los 11 años, pero también he llegado al punto de aceptación de que tal vez simplemente podría continuar viviendo, aunque me sienta como un muerto andante. Es un poco hermoso. Me siento menos viva, y eso me permite saborear las cosas de un modo distinto. Por mis venas fluye un arte que no he conocido en otros, y hierven sensaciones que no estoy segura que podría sentir si no tuviera exactamente los modos que poseo, y esta misma sensibilidad que me hace yo. Sin embargo, también es cierto que, aunque le haya dado tantas vueltas al suicidio que me parecce algo que puede ser perfectamente racional y válido, también he notado que, en mi decisión de no morir aún, hay cosas muy dolorosas. Muchas veces se hace insoportable. Decidí que necesitaba saber qué soy, porque sé perfectamente quién. Creo que una parte de mí solo busca encontrar a personas parecidas a mí. Es una parte que desea sentirse menos extraña al mundo, para poder sobrevivir en él mientras piense quedarme. Nunca he gustado de etiquetarme, pero siento que si alguien lograra decirme de qué padezco, me sentiría feliz de ser algo, aparte de todas mis cualidades, de formar parte de un grupo de seres como yo. Que, aunque me sienta tan única y me encante mi personalidad, no puedo negar mi naturaleza humana y, por lo tanto, psicobiosocial. Esto es lo que soy. Necesito esa unión, o el tiempo será cada vez más escaso para mí. No. No es que sea algo tan dramático. Un muerto ya no puede sentir nada y eso es perfecto. Lo que sucede es que tengo un poco de curiosidad por vivir más banalidades como terminar mi carrera, seguir escribiendo y publicando en libros, encontrar una rama del Derecho a la cual dedicarme, viajar a lugares poco conocidos, conocer a seres muy extraños, enamorarme y toda esa clase de tonterías. Sí, una parte de mí las desea. Podría bien morir ahora mismo y detener todo el dolor, o podría soportar más tiempo y ver qué pasa. No me siento optimista. Creo que igual moriré algún día y no va a importar nada de lo que haya hecho. Solo siento que quiero probar. Estoy tanteando un poco el nuevo territorio, a ver si me gusta o me salgo del juego.

Susana era mucho más de lo que yo había imaginado, para ser completamente franca. Ella es una mujer en la que puedo ver fuerza y un carácter marcado, pero, a pesar de que yo también creo poseer estas cosas, no sentí ningún mal roce. Para nada. Más que eso, creo que hizo todas las preguntas correctas, y yo no paraba de hablar. Al final de la sesión, me dijo que yo le parecía muy compleja y que necesitaría llevar conmigo dos sesiones más para determinar qué es lo que tengo y qué hacer conmigo. Según Susana, quizá lo que tenga no sea una depresión, sino un trastorno de la personalidad. No sé por qué, pero todo esto me puso algo feliz. No sé si lo que me gustaba era la idea de estar posiblemente trastornada o la idea de que al fin sabría qué tengo. Horas más tarde, tuve una conversación con un tío que es psiquiatra. Después de conversar durante 20 minutos, me dijo que creía que tengo trastorno Borderline, pero que no estaba seguro de que ya lo tuviera o si solo presentaba principios de.

En este momento, aún no sé qué soy. Por supuesto que nunca, en el fondo, creo en las etiquetas. Sé perfectamente bien que todas las enfermedades existententes han sido agrupadas y nombradas por seres humanos, y que todo es una especie de juego. No estoy segura de que mis modos realmente sean incorrectos, o que un funcionamiento distinto a nivel cerebral signifique un mal funcionamiento. La verdad es que todo me parece muy relativo, y poco me interesa lo que muchos tengan que decir respecto a las personas jóvenes siendo"liberales" y creyendo que "todo es relativo". Está bien, entiendo que muchos ceden a vivir cuadriculadamente y no los culparé nunca. Creo que todos tenemos procesos cognitivos diferentísimos. No estoy renunciando a mis modos, solo estoy explorando con otros.

Sinceramente,

Bleu

Tuesday, February 18, 2014

Dreamland


Stagnum

No estoy en contra de esa belleza... Mucho veo las aves y el mar, cuando se enternece como mantos que mecen el ritmo de mis astros. No le huyo al alba. No intento borrar el amarillo, aunque atraiga a esos seres marrones del pasto. Es a los seres con sonidos no inaudibles, que se enroscan con lenguas de barahúnda y un orden que no cabe en mi mente.

No le temo al blanco amarillo naranja cegador, ni a los prados que tanto hacen temblar mis dermis. Mucho me encuentro deseando todas estas cosas. Pero el viento negro azulado de la noche y las nubes rojas de silencio, el olor que ya no huelo por las cenizas de la lata que llevo al costado... Todos ellos se han vuelto tan habituales que parecen abrazarme cada vez más, o yo a ellos. Si pudiera ver a mis viejos amigos sin oír palabra, si pudiera usar a los seres del
ruido y ser usada, solo por necesidad, y si todos andaran sin verme y yo sin oirlos, quizá no estaría tan lejos.

Me sofoco con el fuego, respiro la peste. Qué peste tan hermosa, que me siente medio muerta, pero sensible.