Thursday, February 20, 2014

Insanis


La mayoría de veces, me encuentro como un ser tan diferente, que quisiera estar sola todo el tiempo, en un mundo donde los libros tengan alas y vuelen a mí, a visitarme, y las criaturas estén más locas que en el país de las maravillas de Lewis Carroll. Por cierto, estoy muy al tanto de que muchas personas hacen mucho uso de cualquier imagen o arte referido a Wonderland, pero dudo que haya una cantidad igual a la mitad de esas personas que admiren tanto la genialidad de Lewis Carroll como yo. Siento constantemente que él tenía un mundo muy suyo, y, por más que todos digan tenerlo, creo que hay matices. Carroll era capaz de ser solo un observador y rodearse de seres que nos frecuentan, pero nunca de la forma en que él los veía. Bueno, admito que no he leído nada sobre su trabajo en las matemáticas, pero eso está pendiente. Es gracioso poder leer cosas tan -SUPUESTAMENTE- reales, como matemáticas, genética o física y, a la vez, estar fascinada con todo lo fantasioso, lo imposible o improbable, pero es algo que me ha pasado siempre y, al parecer, a Carroll también.

Es verdad, siempre parezco huir a un mundo que solo es mío, y todo es tan fantasioso que me sabe perfecto. Pero, últimamente, empiezo a pensar que todas estas cosas que veo tan a menudo a mi mente, y que yo sé que las veo, en parte, porque detesto lo que me rodea (sí, me refiero a los humanos, en general), sería menos deseable con tanta energía, hambre y sed o desesperación oculta en mi silencio, si viviera entre seres locos. Y claro, todos creen que están locos. Yo también creo que todos estamos algo enfermos, pero también eso me lleva a pensar que si una enfermedad es nombrada por ser una condición anormal, entonces, si no fuese anormal estar enfermo, la enfermedad no sería una enfermedad. Y quizá ese sea justamente el asunto. Quizá hay una enfermedad o un grupo de enfermedades comunes en uno o varios grupos de personas, según la zona, edad, lengua, grupo social y esa clase de banalidades a las que estamos tan aferrados en nuestra miseria. Creo que es tan comun, que, por eso mismo, no es enfermedad. Poco me importa lo que la mayoría tenga que decir. Siempre he discutido con la mayoría. Y no, no se trata de un tema de ego o un intento de llamar la atención, sino que no puedo ignorar mis más grandes deseos de pensar y expresar lo que pienso. Creo que, casi tan hermoso como el mundo que mencionaba hace un rato, sería vivir en un mundo lleno de locos, pero no locos como todos creen serlo, sino locos más parecidos a mí. ¿Por qué el deseo de pertenecer, Bleu? ¿Por qué no te amas en tu soledad? Por supuesto que amo mi soledad, y toda clase de privilegios que eso me confiere (sí que los hay), pero, aunque yo misma lo deteste con todas mis fuerzas, mi lado más humano me pide un pedazo ínfimo de socialización. Podría conseguirla en cualquier lado, y lo hago, sin el menor deseo. Las personas me rodean y me hablan. Quisiera coserles las bocas hasta que tengan algo verdaderamente importante que decir. No tiene que ser en mi propio beneficio: simplemente no entiendo por qué perder tanta saliva sin un propósito. No. No me quejo sin un sentido, de no poder socializar cuando hay personas llenas de ojos y bocas rodeándome cuando se me ocurre ser visible (o sea, ser vista: salir a la calle o estar presente frente a alguien, y muchas veces es solo por necesidad), sino que, a pesar de toda la serie de socializaciones por las que tengo que pasar, y que pueden llegar a ser, incluso, algo entretenidas, en sentidos generalmente banales, creo que me gustaría que, algún día, mi mente no se sintiera tan sola. Aprecio que muchas personas que yo haya elegido tener cerca a mí y quiero me vean como un espécimen raro y les guste así. De verdad, lo aprecio. Aprecio que quieran ver más en mí y no puedan esperar a ver qué locura traigo, pero desearía que alguien no solo me viera como la criatura del otro mundo que parezco, sino que pudiera, también, ser un garabatito andante, sostenido por un esqueleto cualquiera. No. En realidad no sé qué tanto me gustaría, pero sé que me gustaría probar. Entonces, si tuviera un grupo, no importa el tamaño, de personas más parecidas a mí, creo que eso se acercaría mucho a mi ideal. Pero ¿cómo habría sido si me hubiera tocado padecer la enfermedad de la mayoría (ojo: me refiero a la enfermedad, y no al hecho de que sea de una mayoría)? No me lo imagino. Qué terrible. No. Yo fui privilegiada. Ja.

Bleu.

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